domingo, julio 14, 2013

Ashipu (I)

[Segundo relato del mes sobre La Puerta de Ishtar. Enjoy!!]

Sabit odiaba salir de casa, le ponía de mal humor. Especialmente en noches ventosas como esta, en las que la arena te golpea en la cara como un millón de avispas. Al menos no había peligro de ser vistos.

Ya no recordaba cuanto tiempo llevaba haciendo aquello. Demasiado, sin duda. Recordaba su primera vez, acompañando a su padre. No hacía mucho que había tenido su primera sangre y el mundo estaba lleno de luz y de oportunidades. Especialmente entre los otros ciudadanos de su edad, que habían demostrado interés en ella, lo que le auguraba un buen matrimonio, quizá incluso con algún miembro de la familia del Ensi. Pero ese brillante futuro, junto con su inocencia, fue borrado aquella misma tarde de Arahsamna [el 8º mes del año].

Pero aquello no era ya más que un agrio recuerdo, y su aspecto se había convertido en un constante recuerdo del poco tiempo que le quedaba antes de enfrentarse al Mutu [a su muerte]. Sus ojos antes de un marrón intenso habían empezado a volverse blanquecinos y su vista ya no era la de antaño.  No recordaba cómo era su cara sin arrugas, una batalla que había perdido hace mucho a pesar de aplicar todos sus conocimientos sobre hierbas y ungüentos.  La guerra por sus dientes la había ganado sin embargo. Tenían un cierto tono violáceo, pero aún los conservaba.  Así como su pelo moreno, siempre que recordase teñirlo cada pocos umu [días]. 

- Se acerca la hora. Estate atento, Gina. No quiero pasar más tiempo del necesario a la intemperie.

Su esclavo contestó con un simple “Sí, ama” y asomó la cabeza por la boca del callejón para vigilar el palacio del Ensi. Tanto él como su hermano  mayor Aristun la servían bien, como sus padres antes. Gina era más espabilado que su hermano sin embargo. Su delgado cuerpo ocultaba una mente sagaz, así que él se ocupaba de las tareas más intelectuales mientras su hermano quedaba relegado a las tareas físicas. Sabit suponía que esa era la razón por la que ahora Aristum estaba mirando con tanto odio a su hermano mientras cargaba su bolsa.

- ¿Quién está de guardia?
- Parece que Dananum, ama. Y otro soldado al que no reconozco.

Fantástico. Un nuevo guarda. Además, conociendo a Dananum, no le habría instruido. En todos sus años visitando casas jamás había conocido a un soldado más despreocupado, hasta el punto de dormirse de forma consistente durante sus guardias. De no ser porque era hijo del capitán de la guardia del Ensi, hace mucho tiempo que habría acabado como sacrificio a algún Igigu [dioses de las estrellas]. Le esperaba una noche de dar explicaciones. Cada vez lamentaba más haber abandonado su casa.

La tormenta de arena amainó un poco, dejando entrever la luz de Sin [el dios de la Luna, la luna], cada vez más alto en el firmamento. Sabit empezaba a impacientarse, caminando de un lado a otro del pequeño y oscuro callejón en el que se encontraban, mientras intentaba parar el temblor de sus manos.

- ¡Maldita sea!, ¿qué demonios les está llevando tanto tiempo? ¡Así les maldigan todos los dioses! O mejor aún, ¡que maldigan su comida y mueran retorciend…
- ¡Ya está! Se han apagado todas las luces. Ya podemos ir.

Sabit miró inquisitiva a su sirviente. Se había enfrascado tan profundamente en su retahíla de maldiciones que le estaba costando recordar qué las había producido. O a quién iban dirigidas. Tras unos breves instantes de incomprensión, se dio cuenta de la situación y recuperó un poco la compostura.

- Pues vamos allá, niños. 

La awilu[enano] empezó a caminar con sus dos sirvientes detrás. Al salir del callejón pudo ver la entrada al recinto amurallado donde se encontraba el zigurat. Un portón de madera junto al que había dos guardias sentados alrededor de un fuego. Uno de ellos se encontraba apoyado contra el muro abrazado a su lanza, durmiendo. El otro se levantó y preparó la suya en cuanto notó la presencia de Sabit y su séquito.

- ¡Alto! ¿Quién va?

Sabit ignoró por completo sus preguntas y amenazas y siguió avanzando hasta ser iluminada por el fuego que calentaba a los dos soldados. 

- ¡Identifícaos!

El soldado parecía cada vez más nervioso. Era bastante joven y posiblemente aquel era su primer puesto. La mujer miró al otro guardia. Seguía durmiendo. Entonces miró a Aristun y le hizo un gesto con la cabeza. El esclavo se acerco al guardia y le quitó la lanza, haciendo que cayese al suelo.

- ¡Agredir a un soldado real conlleva la muerte! ¡Prepárese…
- No, no. Déjalo. Está bien. – Dijo el otro soldado mientras se incorporaba y se limpiaba la arena de la cara - Dama Sabit, os estábamos esperando.
- Obviamente no me estabais esperando los dos. ¿Quién es este?
- Susandar, es nuevo. Os escoltará hasta Kulla.
- ¿Que yo qué? ¿Pero cómo vamos a dejar entrar a esta gente a los jardines del Ensi?
- Vas a escoltar a esta dama y a sus dos sirvientes hasta los barracones de los criados. Y si no quieres acompañarme en las guardias nocturnas  durante lo que te queda de vida harás bien en callarte y mostrar respeto. Esta dama es una ashipu [literalmente, exorcista].

Al oír esto, la cara de Susandar se volvió pálida como la leche y miró a la awilu con un nuevo respeto.

- Si me permitís, seño…
- ¡Sí, sí! ¡Ya conozco el camino! Puedes ayudar a mis sirvientes con la bolsa. 

Sabit cruzó el portón ante la atónita mirada del guardia, seguida por Gina y Aristun. Mirada que se volvió aún más incrédula cuando miró la bolsa que este último dejó a sus pies.

- ¡Vamos, vago! ¡No tenemos toda la noche!

[Este relato ha sido publicado en Deimar's (http://deimar.blogspot.com) bajo licencia CC BY NC SA]

[Parte 2]
[Parte 3]

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