jueves, agosto 01, 2013

El soldado (I)

[Y llegamos al relato final de este mes... erm... del mes anterior. Espero que hayáis disfrutado un poco al menos con ellos. Me queda agradecer a mis editores involuntarios: Freak, LePhont, Deliath y Thaerlo. Muchas gracias por vuestro apoyo y opiniones :)]

- ¿Pero qué estamos haciendo aquí, Capitán?

El Capitán apretó los dientes intentando contener un grito que les descubriese. Se volvió hacia Puzur con una mirada de odio que se vio acentuada por la poca iluminación que proporcionaban las antorchas.

- Nuestro trabajo. Y ahora mantente callado y continúa. – Susurró el Capitán.

Puzur lo miró de vuelta y sonrió, intentando ocultar su nerviosismo.

- Pero Capitán, nuestro trabajo está en la ciudad. ¿Qué hacemos en una cueva en mitad de la nada pasando calor por un único esclavo? Deberíamos volver a casa…

Bassia corrió a interponerse entre el Capitán y Puzur.

- Tranquilo, Capitán. Tranquilo. No es el momento – Bassia intentó calmarle, con poco éxito.
- ¡Puzur, te juro por la vida de mis hijos que si no te callas voy a castrarte y meterte los huevos por el culo! – De alguna forma, el Capitán consiguió que su susurro llevase la fuerza de un caballo.

Puzur lo miró sin comprender. Al pobre muchacho se le notaba que quería volver a casa y no era capaz de entender por qué era necesario seguir el rastro del esclavo huido.

- ¡Llevamos aquí abajo al menos un danna [aproximadamente dos horas]!

El movimiento de Bassia fue demasiado rápido. Seluku apenas le vió girarse. Si las palabras del capitán tenían la fuerza de un caballo, el puñetazo fue una coz.

- Puzur, cállate. Ya.

Seluku miró a Bassia con cierto asombro. El mushkenu era bastante alto y fuerte. No sospechaba que pudiese movrse a esa velocidad..Además, pocas veces hacía algo por iniciativa propia. Le extrañaba que no hubiera tenido que pedir permiso a su Capitán. Puzur también miraba a Bassia, pero mostrando cierta confusión. Hizo un amago por levantarse pero volvió a caer de culo. Todavía aturdido, se pasó la mano por la boca, dejando una marca de polvo sobre su cara. Los otros tres soldados aún tuvieron que esperar unos momentos hasta que el chico pudo ponerse en pie. Entonces sacudió un poco su armadura yse aseguró de que los dientes todavía estaban en su sitio. Cuando terminó su exámen, se giró hacia Bassia con claras intenciones de seguir pidiendo que volviesen.Este chico no va a llegar a viejo, pensó Seluku. Sin embargo, Puzur pareció reconsiderarlo al mirar a los ojos de su gigantesco compañero.

Seluku no pudo más que darle algo de razón a Puzur. Llevaban ya un rato largo recorriendo aquella cueva, aunque “agujero en el suelo” habría sido un nombre más apropiado, y no habían encontrado nada. La cueva no hacía más que extenderse y extenderse, con miles de ramales que no llevaban a ninguna parte. El esclavo podía haberles dado esquinazo hace tiempo. Y aun así, no podían volver con las manos completamente vacías. Otra brillante misión dirigida por su autoproclamado líder.

- Bien. Ahora que el niño nos lo permite, continuemos – Ordenó el Capitán.

A Seluku le molestaba la actitud del mushkenu [homo sapiens]. Lo de Capitán no era más que un mote que había elegido. Si lo había hecho en honor a su capacidad de liderazgo, lo había elegido muy mal. En realidad no tenía ningún poder más allá del que le proporcionaban matones como Bassia, que habían decidido seguirle. Él mismo lo habría hecho mejor si le hubiesen dado la oportunidad. El Capitán dirigía simplemente por ser el menos escrupuloso.

Antes de que el amo lo comprase, el Capitán había servido como capataz en una mina. Suponía que de allí había sacado sus ansias de poder. Los esclavos más ancianos contaban que nada más llegar a la mansión, lo primero que hizo fue buscar al esclavo más fuerte y acabó con él. Golpeándolo de forma salvaje con sus puños hasta reducirlo a una masa sanguinolenta. Por lo que había visto Seluku de su comportamiento con el resto de esclavos, estaba seguro de que además lo había hecho con una sonrisa en la boca. A partir de entonces insistió en que todo el mundo le llamase Capitán. Si alguien conocía su nombre de verdad, era algo que se guardaban mucho de compartir.

Los cuatro hombres continuaron la marcha, cansados y nerviosos. El Capitán iba a la cabeza, como siempre. Intentando demostrar algo. Por supuesto, Bassia iba justo detrás de él, no fuese que al alejarse tuviera que tomar decisiones por sí mismo. Puzur y él cerraban la formación.

- Seluku, sabes que tengo razón, deberíamos volver… - Le susurró el joven guardia, uno de los pocos que todavía le llamaban por su nombre real.

Sí, el muchacho tenía razón. Ningún esclavo merecía esa persecución. Además, se contaban muchas historias sobre las cuevas cercanas a la ciudad y sus moradores. Ninguna de ellas bonita., Pero Seluku era muy consciente de qué pasaría si volvían sin haber intentado hacer todo lo posible.

- Deberías dejarlo pasar, Puzur. No vas a sacar nada bueno de seguir protestando – Dijo Seluku mirando sus pies.
- Pero el amo no se va a enterar…
- Creo que no hablamos del mismo amo.

Seluku se señaló el antebrazo derecho. Las marcas recorrían todo su brazo desde la mano hasta su hombro. Varias líneas de texto escrito a fuego en su piel que su amo ni siquiera se había dignado a decirle qué significaban. Aún podía notar cada símbolo ardiendo de forma individual. Y tan sólo por haber robado algo de pan de la cocina.

- No sabrá qué es lo que ha pasado si no se lo decimos… - Volvió a protestar el joven.

Puzur no le caía mal, pero por su bien hubiera deseado que no estuviera allí. El amo había visto algo en él cuando lo compró e inmediatamente le introdujo en la guardia. Sin embargo, Puzur no estaba preparado para el trabajo. Demasiado joven y demasiado buen corazón. Con el tiempo, podría convertirse en un buen soldado, en un buen hombre. Si no le rompían antes.  Como le había demostrado su discusión con el Capitán, el chico no era capaz de comprender cómo funcionaba el sistema. Ese tipo de cosas hacían que te levantases en mitad de la noche con una daga clavada en el costado.

- Lo sabrá. Si sospecha que mentimos tiene medios para sacarnos la verdad…
- Callaos ya. Vais a hacer que nos maten. - Bassia paró la discusión. Otra vez. Era mejor si no tenía que hacerlo por una tercera, especialmente porque tenía razón.

No por parte de esa pobre alma que estaban persiguiendo, no. Corrían más peligro de morir al golpearse con estalactita o de tener algún “accidente” con sus compañeros que de que aquel esclavo les hiriese. En cada nueva remesa siempre había uno como él, uno que pensaba que podía escapar... y el resultado siempre era el mismo. Un ejemplo a los demás de las consecuencias de intentarlo y no conseguirlo. No era un trabajo que le enorgulleciese, pero era mejor que estar al otro lado del látigo.

No, el peligro venía de aquello que moraba bajo la superficie. Había oído hablar de gusanos gigantes capaces de tragarse de un bocado un carro entero. De demonios cubiertos de escamas con espadas en lugar de manos que se deleitan comiéndose tus entrañas con sus mandíbulas de araña mientras aún estás vivo. Y eso sin contar los espíritus de los awilus [enanos, la raza dominante] que no habían podido llegar al Irkalla [el inframundo] y se habían quedado atrapados en el subsuelo, envidiando a los vivos por toda la eternidad. Muchos esclavos y awilus habían desaparecido en aquellas colinas. Renunciar a la protección de Shamash [el sol, el dios del sol] era una invitación al desastre.

[Este relato ha sido publicado en Deimar's (http://deimar.blogspot.com) bajo licencia CC BY NC SA]

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