jueves, agosto 01, 2013

El soldado (y VI)

Eso ha estado cerca, pensó Arwia, escondida en un hueco que había en la pared. Demasiado cerca. Cuando el esclavo había entrado en la cueva, había sido una oportunidad de oro para probar la nueva fórmula. Ni siquiera iba a tener que salir a buscar un conejillo de indias. No esperaba que le estuvieran siguiendo cuatro soldados. Ni que iban a estar a punto de verla. 

Arwia salió renqueante de su escondite. Siempre tenía dolor la cabeza después de controlar a sus marionetas. Transmitir su mente a sólo una de ellas no era difícil, pero el arte de desdoblarse en tantas se les escapaba todavía y la dejaba agotada. Todavía no era capaz de manejar bien los diferentes puntos de vista simultáneos que la asaltaban. Los gritos de dolor de sus víctimas no estaban ayudando tampoco.

Algo crujió bajo su sandalia. Arwia miró hacia abajo y vio los restos de una de las cerbatanas de hueso. Entonces, miró hacia arriba, hacia la columna más cercana. Allí estaba una de las marionetas, inmóvil. Era la del awilu, una rara adquisición de la colección de su maestro. Una gruesa cuerda la ataba a la parte superior de la columna. 

Se concentró para dirigir su mirada a la mano del títere. Notó el familiar cosquilleo, de la magia recorriendo su cuerpo. Aquél pequeño truco le permitía ver perfectamente en la oscuridad. En la mano del awilu vio restos de hueso incrustados. Por lo visto, aparte de la visión, tampoco era capaz de controlar la fuerza. Tenía que trabajar mucho en ello.

Siguió acercándose a sus víctimas. Hubiera preferido esperar a que terminasen de gritar, pero si quería salvar alguno para agregarlo a su repertorio de cuerpos tenían que actuar rápido. Por lo que había visto en el esclavo, la nueva fórmula no tardaba mucho en matar después del pinchazo inicial.

Si no había contado mal debían ser cinco. El primero probablemente ya se había echado a perder, pero los cuatro que le habían seguido todavía podrían ser aprovechables. En concreto, había uno alto y fuerte que sin duda sería muy útil.

Arwia llegó a la sección de la cueva donde se encontraban los cuerpos. El sonido era estremecedor incluso para ella. Aún así, tenía trabajo que hacer. Sacó un cuchillo de su cinturón y empezó a repasar mentalmente los pasos del complejo ritual mientras evaluaba el estado de los cuerpos.

Como temía, el primer mushkenu que había entrado en la cueva ya había sobrepasado el punto en el que podía serles útiles. Si los soldados hubieran tardado menos en caer, habría podido convertirlo, pero había pasado demasiado tiempo desde su muerte. El cuerpo a su lado, el más joven de los soldados, también se podía desechar. Había muerto de miedo con bastante rapidez. Probablemente era una mente débil en vida, y no había podido resistir los efectos. Arwia tomó nota de esa eventualidad y siguió su examen.

El soldado alto y fuerte estaba retorciéndose en el suelo intentando sacarse los ojos a unos pocos pasos de su posición. Con suerte eso no llegaría muy lejos y no tendrían que desechar el cuerpo. A poca distancia yacía el que parecía su líder, rasgando sus vestiduras. Ambos gritando como posesos. Arwia no pudo evitar sentir cierta curiosidad morbosa. ¿Qué era lo que el alucinógeno les hacía ver? ¿Tendrían todos las mismas visiones o cada uno viviría su propio infierno particular?

Ya sólo quedaba uno, algo más apartado del resto..Arwia lo miró, intentando evaluar si le iba a servir o no. Había algo raro en ese cuerpo. Algo diferente a los demás.

 Con el cuchillo en la mano, se acercó a él. También parecía un soldado, no demasiado joven. Tenía unas extrañas marcas en su brazo derecho, pero por lo demás no llamaba especialmente la atención. Tenía una de la púas sobresaliendo de su cuello. Así que no había duda de que le había acertado. Y sin embargo…

>> Maestro, tenemos un… un problema aquí.

El contacto mental era prácticamente lo primero que había aprendido. Pero también era una de las cosas que mayor pavor le provocaban. Para hacerlo tenía que contactar con la mente de su mentor, y a veces había captado parte de sus ideas cuando le había pillado desprevenido. Era algo que si podía, prefería no repetir.

>> ¿No ha funcionado? 

La voz que sonaba en su cabeza era fuerte, poderosa. Como Arwia se imaginaba que debía hablar un dios. Ya que no le había oído hablar nunca directamente, la mushkenu había decidido asignarle mentalmente esa voz. La otra opción era haber utilizado el sonido que producía para hablar a través de las marionetas pero Arwia no se sentía demasiado cómoda con aquella voz. Pensaba que salía del mismísimo Irkalla… 

>> No, ha funcionado. La nueva fórmula les incapacita de inmediato. Además, parece matarlos de miedo a la velocidad adecuada. Salvo por uno, que ha muerto muy rápido, el resto todavía están sufriendo. Sin embargo, uno de ellos ha tenido una reacción… inesperada.
>> ¿Inesperada?
>> Sí, creo que es mejor que lo vea usted mismo.
>> De acuerdo, hazme hueco.

Arwia obedeció. Se concentró para reducir su consciencia al mínimo posible, retirándose poco a poco del control de su propio cuerpo. Al mismo tiempo, según se iba retirando, notó como los tentáculos de la consciencia de su maestro ocupaban el sitio, tomando el control de su cuerpo. Una consciencia oscura, que había visto miles de años pasar y cuyo conocimiento parecía infinito. Arwia se sintió aliviada cuando la notó retirarse.

>> Qué curioso… Olvídate de los otros, tráeme este al laboratorio.

Y sin más, la comunicación entre los dos se cortó y Arwia se quedó sola. Mirando a aquel soldado mushkenu. Había sido envenado con la misma toxina que los demás. Pero a diferencia de los otros, este no se retorcía de dolor y miedo. Este estaba tendido plácidamente. Sonriendo. Como si fuera el hombre más feliz de todo Kishar.

[Este relato ha sido publicado en Deimar's (http://deimar.blogspot.com) bajo licencia CC BY NC SA]

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