domingo, diciembre 28, 2014

Dos maduros en Japón (XII) - Moar templos

9 de Octubre de 2014

Nos despertamos, cogemos un par de bolitas y salimos zumbando al templo de Fushimi-Inari-Taisha. Aunque esta vez, a base de llamar nazi a MrK, vamos en metro por una vez en lugar de caminar.

El templo o santuario es en realidad una montaña llena de toris dejados por todo el que pasaba por ahí para pedir buenas cosechas. Como andamos con prisa vemos la mitad, nos hacemos la foto de rigor que enseñar luego a los amigos para demostrar que nosotros también tenemos una foto con los toris y pasamos de hacer la escalada. Según los carteles puede llevar varias horas. Un tanto a mi favor frente a mis enemigas las cuestas.

Pero la mía mola más porque sale mucha más gente que yo... O no.

Volviendo a la estación de Kyoto nos encontramos con un famosos japonés. O antiguo famoso más bien. El pobre hombre era un cantaó de flamenco, ya es casualidad, que en cuanto nos oyó hablar en español se puso a hablar con nosotros. El hombre había sufrido un accidente y se había quemado la cara y perdido parte de un dedo. Incluso nos lo mostró quitándose la prótesis de goma que llevaba. Esto nos hizo sospechar que lo mismo no había sido un accidente dada la afición de la mafia local en cortar dedos por las falanges. El hombre iba bastante ido para ser tan temprano y no hacía más que preguntarnos si nosotros eramos famosos, sin duda rememorando mejores tiempos. Si esto fuera un diario decente incluiría aquí la interesante discusión que surgió después de dejarle sobre la fama y sus peligros, pero lo dejo como ejercicio al lector.

Siguiente parada tras no conseguir convencer a MrK de subir a la torre de Kyoto que se encuentra en las inmediaciones de la estación: Kyoogokukiji Kondo. Nada destacable. Próxima estación: Nishi Honganji. Un templo declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO que es precioso, con sus gran explanada a la entrada, sus imponentes suelos de madera y sus edificios conectados por puentes.

Hasta MrK está féliz por lo que ve a pesar de quejarse de que le mato de hambre...

Ya iba siendo hora de comer y aunque no lo he contado, la verdad es que llevo casi desde que empezó el viaje dando el coñazo con ir a comer a un Coco's. Coco's es una cadena de curry que vi en la guía del friki y que me llama porque recuerdo con cariño los que me metí en China. Pero este fue el horror. Casi llorando salí. Creo que me bebí hasta el agua de los floreros. La camarera ya me miraba mal cuando pedía más agua. Pero estaba bueno.

Pasado mi momento nenaza, continuamos a Higashi-Honganji, otro templo patrimonio de la humanidad. Empiezo a pensar que los de la UNESCO se pasearon por aquí poniéndole un sello a todo lo que vieron. Que debió ser más de lo que vemos nosotros ya que, para variar, está en obras y completamente cubierto. ¿He dicho ya algo sobre no visitar Japón hasta pasado el 2020?

Cruzamos el río y vamos a Sanjusangendo, que mola bastante a pesar de las prisas que tenemos. Salimos por patas a coger el metro para ir a la zona norte de las colinas de Higashi. No lo he mencionado, pero existe un bono diario que te permite coger todos los metros que quieras. Con dos problemas. El primero es que lo tienes que comprar en la estación central. El segundo que hay dos compañías llevando el metro de Kyoto y no son compatibles. Esta línea que cubre el lado este de la ciudad es diferente de la principal, así que ojo. Aprovecho para el parón en la narrativa para echar pestes. Saltaos el siguiente párrafo si no estáis interesados.

Que sí, que te vas una vez en la vida a Japón y hay que aprovecharlo. Pero n os marquéis una yincana como nosotros. Yo personalmente ya estoy hasta los mismísimos de templos. Cada uno tiene su cosa especial, sí. Pero tras dos semanas de caminata continua dejas de vérselos. No hace falta verlos todos, las guías recomiendan los indispensables de verdad. Especialmente si llueve

Porque eso es lo que nos pasó. Vimos brevemente Heian Jingu, Eikan-do y nos empezó a llover. Aún así fuimos a Nanzenji también, pero ya habían cerrado. De vuelta al hotel. En metro por supuesto.

Tras tocarnos la nariz y descansar, y como seguía lloviendo, nos fuimos al primer sitio que encontramos. Un ¿restaurante? de tempuras regentado por una chica y la que parecía su madre. Lo de restaurante va porque allí comer, lo que se dice comer, tampoco es que se coma mucho. Te tienes que inflar a pinchitos para ello, aunque están buenísimos y son baratos. Pero para tomar un tentempié como hacían el resto y acompañarlo de una cerveza seguro que iba mejor.

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